viernes, 28 de agosto de 2009

Razón y Fe

Resulta que algunos personajes pretenden convertir el recipiente en contenido, o lo que es lo mismo, hacer del recipiente una extensión directa de lo que lo contiene, me explico; de un tiempo a esta parte se ha podido vislumbrar correspondencias entre la realidad y nuestra razón, permitiendo que ésta última pueda comprender aspectos de la primera con los cuales manipularla, o sea, se ha descubierto la razón, sus usos y su capacidad para procesar información y obtener conocimientos.
Al margen de eso, la persona individual siempre se ha situado en un contexto y en una realidad desde donde ella vive, los esquemas que esa persona tiene de la realidad se convierten en lo que llega a constituirla (para la persona en cuestión) y actúa desde esa posición, o sea, establece un método (o varios) con el que actuar ante la realidad, siempre en base a ese "recipiente existencial" que contiene a toda la realidad, de tal manera que cualquier aspecto de la misma que se escape de ese recipiente deberá ser contenido en él retorciendo la realidad o deberá ser simplemente ignorado; decía Hegel a uno de sus discípulos que se cuestionaba las correspondencias entre la realidad y su método filosófico "Peor para la realidad".

Ahora, teniendo ese aspecto en mente y lo dicho sobre la razón llegamos al punto en que unos personajes simpáticos creen que ese recipiente existencial, esa realidad, ha de subordinarse al contenido experimentable de ella, o mejor dicho, a los métodos de experimentación que tenemos (como si no pudiéramos ampliarlos ad infinitum), o sea, a la razón, con lo cual tenemos al contenido ya razonado de la realidad que pretende establecer el método con el que se razonó esta realidad como método para comprender, directamente, el contenido final del universo, pero claro, esto es imposible, porque el método racionalista y cientifista para comprender esta realidad está en continua transformación. A medida que vamos comprendiendo los múltiples factores de la realidad, el método se va definiendo, transformándose y cambiando para adaptarse a las nuevas realidades que van apareciendo. Entonces, si queremos apuntar al Misterio, al infinito, a la totalidad de la realidad, a nuestra propia finalidad (en otras palabras, a Dios) no podemos usar un método impuesto por una ciencia inacabada (ya que acaba por reducir de forma inevitable el contenido de esa realidad), que aún está en evolución, sino debemos usar un método que rompa las líneas temporales que definen en qué etapa de progreso estamos, un método que nos muestre el camino para llegar al fondo de nuestro ser, o sea, un método de Fe, de esperanza, positivo con todo lo que ello implica, el método existencial con el que Cristo vino a enseñarnos que podemos conocer al prójimo, ser partes de él para llegar a Dios, a la comprensión universal, un método que, de entre otras cosas, nos enseñó que El conocimiento es un acontecimiento, algo que sucede en nosotros, que nos transforma y nos define siempre a través del encuentro con el objeto con el estupor que éste nos inspira, estupor que sorprende nuestro ser, mostrándole aspectos de la vida que amplían su esquema existencial. Un método que hace una llamada al valor, al coraje de cada uno de nosotros para que aceptemos ese acontecimiento que es conocer algo nuevo, valor para aceptar novedades en nuestra realidad, novedades que rompen los esquemas de lo que creíamos ser y nos alejan de nuestro egocentrismo para penetrar en la realidad y abrazarla.

Ese método tan abrumador que Cristo vino a enseñarnos, que es el único que nos abre a la realidad de una forma plena y que le da luz y sentido a todas las cosas es el método del Amor.

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